martes, 13 de mayo de 2008

Réplica/Alejandro C. Manjarrez

Réplica

El “preciosismo” poblano

Por: Alejandro C. Manjarrez

En la entrega de ayer comenté que la cerrada lucha de criterios entre los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, forma parte de los anales judiciales de México. Unos porque defienden el principio del derecho (la verdad jurídica) y otros debido a que su mente está puesta en este asunto que presenta posibilidades como para proponer cambios al sistema procesal mexicano; verbigracia: la aceptación de las grabaciones como prueba judicial, aunque éstas hayan sido obtenidas de manera ilegal (con algunos candados, claro, como el ya legislado cateo sin orden del juez, cuando éste se realiza basado en la sospecha fundada de que existe el delito de narcotráfico). Los primeros a favor de declarar inconsistentes las acusaciones contra el gobernador del estado de Puebla, no obstante las “pruebas circunstanciales”, entre ellas la adscripción laboral de dos de los agentes judiciales que operaron la detención (Casa Puebla); la llamada telefónica desde luego; y la propiedad del vehículo usado para la aprehensión de Lydia (Kamel Nacif). Y los segundos entusiasmados con la idea de sentar un precedente jurídico, que sería el recomendar el juicio político contra el mandatario Mario Marín Torres, acción que a final de cuentas le correspondería al Congreso local poblano.
Sigo pues con el tema y agrego que a ese laberíntico procedimiento habría que meter la actividad de Lydia Cacho quien insistirá en sus razones. Y también la de Mario Marín que seguirá presentando pruebas, argumentos y jurisprudencias (a ver si se las reciben) que sustentan desde su inocencia hasta el encono visceral que contra su persona vertieron sus enemigos, que son los mismos que se han solidarizado con la periodista-escritora. Estamos hablando de varios meses más con el agregado que apunté en una de las entregas anteriores: el Partido Acción Nacional seguirá sacándole al asunto el provecho electoral que pueda, y no dejará que éste se agote ya que de ello depende, en gran medida, el aumento en su cosecha de votos, incremento con el que buscan ganar la mayoría en el Congreso Local poblano, circunstancia que pondría al gobernador en una situación harto complicada.

Algunos de los efectos del “preciosismo”

Lo que hace un poco menos aburrida esta historia, es que en la batalla contra Mario Marín Torres subyace lo que el cómico Luis de Alba ha caricaturizado magistralmente. Esa actitud contra los “nacos” inspiró a muchos pirruris metidos a la política. Bastó que el textilero Nacif usara el término “precioso”, por cierto de uso común entre sus paisanos (igual que el de “mi héroe”), para que el escarnio encontrara espacios en la televisión y también en la prensa escrita (caricaturas). ¿Cómo llamarle precioso a un hombre que es y se reconoce feo?
Esta chunga produjo además el despertar del racismo que ahí está desde que México fue conquistado por Hernán Cortés y sus huestes perversas y criminales. Sin ponerse de acuerdo, los hombres blancos que operan en el sector público y los ciudadanos de “prosapia” la emprendieron contra el gobernador del estado de Puebla, una entidad donde, hay que decirlo, curiosamente existen grupos que por su origen y apellidos se sienten desde miembros de la nobleza pulquera hasta herederos de los criollos que hicieron de la ciudad capital el último de los reductos españoles dominado por los árabes. Y de esta forma empezó una especie de venganza contra el gobernante de raza indígena.
“¿Cómo responder ante la presencia en el poder de un tipo chaparrito y feo rodeado además de otros tipos chaparritos y feos?”, dicen a sotto voce los estrategas de la derecha.
El malhadado estilo verbal de Kamel y su influyentismo desfasado pusieron en bandeja de plata la oportunidad. Y los medios de comunicación detonaron la que fue, es y quizá siga siendo una persecución con tintes político-raciales.
Una vez abiertas las puertas a la burla cundieron las manifestaciones del resabio histórico cuyas facetas se forman con los complejos de superioridad e inferioridad comunes en el mexicano (hay que leer el Laberinto de la Soledad de Octavio Paz). Por un lado los hombres blancos y barbados que se ofenden si el “chaparro prieto” les supera y los gobierna. Y por otra parte la respuesta de la “raza” que por ser mayoría tiene la facilidad de aplastar a las minorías, en este caso raciales. “Pinche mono –suelen decir–, será blanco pero conmigo el cabrón se las va a ver negras”.

Los malos ejemplos

Una de las anécdotas del controvertido y extinto Arturo Arnaiz y Freg, maestro de historia de México en la UNAM, muestra o, si usted quiere, exagera el lado oscuro de la gente blanca en cuyos genes prevalecen las ofensas que para sus antepasados representó el poder en manos de Benito Juárez y Porfirio Díaz, los dos de origen indígena. Le comento:
El primer día de clase aquel maestro ordenaba a sus alumnos: “Levanten la mano los oaxaqueños”. Y después, cuando los “descubría”, los pasaba al frente y los subía en los bancos. “Véanlos bien –decía enérgico y ofensivo–, no olviden sus caras. Recuérdenlas para que el día de mañana impidan que alguno de esta bola de cabrones ascienda al poder”. Así iniciaba su clase de historia. La vida de Juárez y Díaz era su hilo conductor.
En la misma UNAM hubo una corriente de morenos que encontró en sus compañeros blancos la forma de mejorar su estatus económico. La vida y las penurias los unieron para controlar a la Facultad de Derecho, entre otras. Servían como custodios, protectores o guaruras de los pirruris de la época. José López Portillo uno de ellos. Miguel de la Madrid otro. Y Miguel Alemán Velasco el tercero. Les decían “los polveados”. Y el Negro Durazo y Mariano Piña Olaya, por sólo citar a dos de los ilustres, formaron parte de esa pléyade que años después se desquitó de la vida, unos al llegar al poder para enriquecerse de manera cínica y desvergonzada, y otros valiéndose del poder conferido por el pueblo para vengarse o desquitarse de quienes les recordaban a “los polveados” que por sus actitudes clasistas pudieron haberlos ofendido.
En Puebla la división también se dio. Los llamados fúas contra los comunistas. Los primeros sintiéndose paridos de los dioses del Olimpo. Y los segundos convencidos de haber heredado la misión de liberar al pueblo del yugo del capitalismo. Así fue como se polarizó la UAP de aquellos entonces.

Los resabios de casa

La historia política de Puebla, misma que usted seguramente conoce, nos muestra cómo esa polarización estudiantil y docente produjo el enfrentamiento académico que al final concluyó con la separación de maestros y alumnos. La consecuencia incruenta fue la Upaep, espacio que dio abrigo intelectual a los enemigos del marxismo y la “chusma” o, lo que es casi lo mismo, a los amigos de la religión y de la “gente bonita”.
Entre esos ambientes se desarrollaron varios políticos poblanos. Melquíades Morales y Mario Marín son los más representativos y actuales. El primero navegando contra la corriente del “pirrurismo” en su época todavía vivo en la UAP. Y el segundo paliando los resentimientos que trasmitían sus maestros. A Melquíades le tocó escuchar expresiones ofensivas adicionadas con instrucciones igualmente ofensivas. Y Marín encontró lo que podríamos llamar la solidaridad de clase que, además, estaba acompañada por las experiencias de aquellos que ascendieron al poder, unas veces tragándose los insultos clasistas y otras ejerciendo el mando y la fuerza que surge de la unión también de clase. De ese mar picado y en medio de tales ambientes de turbulencia social, surgieron los políticos triunfadores, los orgullos de la Universidad. Me refiero a Melquíades y a Marín.

El mensaje de Bartlett

“Les dejo a Marín para que los pirruris sepan lo que es amar a Dios en tierra de indios”. Esta declaración “aquientrenos” que parecía una broma difundida por la prensa, resultó la peor de las ofensas para los poblanos tradicionales, los que manejan la empresa, el comercio y la industria. Apechugaron sí, pero se guardaron el rencor en lo más íntimo de su intimidad. No les convenía protestar porque iba de por medio su estabilidad económica (los podían auditar, acción que implica un peligro de alto riesgo). Así que esperaron mejores tiempos.
Y por fin llegó lo que anhelaban los hombres blancos y barbados (es un eufemismo, que conste). Lydia Cacho sufrió la aprehensión que muchos de ellos habían padecido en su modalidad de arresto como medida de apremio. De ahí que echaran las campanas a vuelo y que bajo de cuerda incentivaran la reacción en contra de la medida y, obvio, del gobernador. Por ello en Puebla la periodista encontró el eco que, según la costumbre, por aquello de las dudas, circula y se difunde sin alharaca, insisto, bajo de cuerda.
¿Qué pasará? ¿Ganarán los guapos a los feos? ¿Se incrementarán las revisiones fiscales? ¿Renunciará Guillermo Pacheco Pulido? ¿Consignarán a la juez de la causa y a la procuradora?
Habrá que esperar. Lo seguro es que Lydia Cacho ya pasó a la historia porque, entre otras cosas, removió los resabios y las revanchas que hibernaban en los rincones de la Puebla levítica y en los pasillos del poder por ahora en manos del pueblo llano, de Mario Marín y su equipo, de la burbuja que se rompió gracias a la tozudez y, en algunos casos, a la soberbia que es la peor de las consejeras...
Pero ello, para no variar, requiere de otro espacio...

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